sábado, 21 de marzo de 2015

Mala racha.

Sabía que no lo iba a hacer, sin embargo tuve el impulso, el impulso de apretar el gatillo. Me miraba al espejo mientras hiperventilaba, tenía las mejillas rojas y transpiraba mucho, mi sien palpitaba y hacía mover al metal frío. Me veía patético, daban más ganas de darle un tiro al espejo que matarme en sí.

Hoy supe que crucé cierto límite de mi cerebro, no sé qué me está pasando. Últimamente todo me molesta mucho, cualquier pequeño suceso controversial o broma pesada me llena de ira, siento un nudo en la garganta tal como si unas manos ásperas me estuvieran estrangulando.

Me vuelvo adicto a las personas que logran comprenderme, el estar lejos de ellas, se refleja en una gran abstinencia. Tengo que entregarme a brazos ajenos, porque veo que, ahora, solo no puedo salir de ésta fosa séptica y extintora de todo bienestar.

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Hoy tuve un viaje de aproximadamente tres horas en autobús, y sentí que caía de nuevo en esa fosa, que esas manos volvían a estrangularme, no puedo respirar, la única liberación de ese ahogo es el suspirar.
Intenté distraerme mandando mensajes por celular, pero nadie estaba en ese momento, nadie los culpa, odiaría que estuvieran pendientes de mi.

En el transcurso del viaje, sentí varios impulsos, de bajarme, de gritarle a las personas que allí había, me puse muy hiperactivo, pero mi mente no estaba arriba. Siempre abajo, en esa maldita fosa, la irritabilidad y lo deprimente, se paraban sobre mis hombros, hundiéndome más.



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