viernes, 3 de abril de 2015

Hasta la muerte - Parte 1

Hola, soy un tipo raro. Un tipo... por razones naturales, raro... eso es más complejo de explicar. Por ejemplo, soy un raro por tener un sueño y temerle al mismo. Vivo en Uruguay, en el interior, dentro de un pueblo bastante peculiar, ten por seguro que aquí no mueres de hambre, pero cumplir tus sueños se hace muy cuesta arriba, por razones geoculturales que no me interesa tocar ahora ni nunca.

Es una alienación colectiva, pero al fin y al cabo ¿por qué digo que soy un raro?, por darme cuenta de lo recién mencionado. Automáticamente desprendes ese olor sólo perceptible para la sociedad (preferiría llamarla comunidad), para cualquiera que comparta el mismo aire que uno, yo y los que me logren entender, sabemos que ese olor es ajeno a nuestras narices.

Vivir en una comunidad en el siglo 21 es contradictorio, pero así es como me siento acá. En éste pueblo no me siento como dice "La muchedumbre solitaria" de David Riesman, Hay cierta calidez entre los vecinos, sabes que ese tipo que cruzaste hoy por la calle es tu vecino, aunque viva del otro lado del pueblo, en otro barrio. No todo es color de rosas, como la sociedad fría nos sumerge en la cotidianidad y en la incertidumbre, la comunidad llega a ser también muy hostil, y me hace sentir un raro, un loco, un pelo alambrado y despeinado que sobresale de la peluca inmaculada y lisa.

Mi padre tenía unos video casettes que guardaba celosamente en cajas de electrodomésticos, a veces, llevaba la televisión para el galpón con la video casetera y se encerraba. Mamá no me dejaba molestarlo. Reconozco que siempre tuve curiosidad sobre lo que hacía mi padre allí dentro. Tenía 10 años y mi madre había salido a hablar con una vecina, y en casa, no se oía de ninguna manera a mi padre, él siempre estaba acomodándose la garganta, silbando, tarareando o haciendo cualquier otro sonido, era como si no pudiera soportar el permanecer en silencio.

Me fijé en la cocina, nada... Toqué la puerta de su cuarto, y no hubo respuesta, salí al patio y lo busqué, y no lo vi, solamente estaba mi madre conversando con la vecina, ahí fue que vi la puerta del galpón cerrada y sentí que lo había encontrado. Me acerqué con total cuidado, viendo de reojo a mi madre, y estando a un metro de la puerta, sentí un silbido, ¡era mi papá!. Me pegué al metal de la puerta y sentí que silbaba por encima de una canción que sonaba dentro, y me dio por probar abrir el cerrojo... efectivamente bajó y sin hacer ruido empujé la puerta.

Vi la silueta oscura de mi padre parado frente al televisor que emitía imágenes claras, en blanco y negro, de una pareja bailando.
-¿Y tu madre? ¿no está? -me dijo sin mirarme.
-Está conversando con la señora de al lado. -cuando dije esto, puso su vista en mí y pidió que me sentara en un banco de madera que estaba situado frente al televisor, ahí dijo muy lento: -Fred Astaire y Eleanor Powell... 1940, están bailando tap.



Y así comenzó todo.

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