sábado, 15 de febrero de 2014

De cuando viajé en ómnibus al trabajo

El otro día viajé en autobús al trabajo, ida y vuelta...

El viernes 07 de febrero de 2014, viajé en autobús al trabajo por las fuertes lluvias en Uruguay, el puntiagudo asiento de la bicicleta pasó a ser un trono de oro con líneas pintadas con una especie de puré de rubíes, esmeraldas y zafiros, al ser comparada con el triste, frío, mojado, mediocre, duro asiento de plástico del autobús. La empresa omnibusera que reina sobre mis alrededores, llamemosla CONDENSA.




Rápidamente me acostumbro al asiento que solo deja posar la parte baja de la espalda, me pongo la capucha, rebusco una canción en el mp4, elijo los soundtracks de Neon Génesis Evangelion para el largo viaje.

Miraba el vidrio empañado, me sentí adormilado por un momento por el bus que se hamacaba y el motor que ronroneaba a mi oído.



Hasta que el bus frena en una parada, se abre la puerta...y se destapa la caja de Pandóra.
Suena la estruendosa cumbia de fondo, sobre ella unos sutiles pero no livianos pasos, de varias personas, creo que puedo identificar ese sonido, son resorteras Nike, son turros, rochos, con olor a perro mojado, granosos, peinado de hiena, llevan a la mediocridad a términos dantescos...cierro los ojos, no puede ser peor, si, ¡si que lo es! Hablan tan fuerte que no me dejan escuchar música, como si fuera poco, una chica sube con ellos, los pocos pasajeros que hay se dan cuenta que no es una chica común, es una pobre víctima de su propia condición, de 16 años, con un bebé en brazos.
NADIE, repito, NADIE, le cede el lugar, por un momento pienso en pararme pero rápidamente aprieto mi boleto y recuerdo que pagué derecho a sentarme, así que sin más volví a desplomarme en mi trono de agujas. La chica se sostiene como puede de la barra del bus, mientras que con la otra atrapa a su engendro en su pecho, que se aferra como un mono bebé.
Pasa el tiempo, sube más gente que logra encontrar asiento, mientras rueda el bus sobre la calle, miro por el espejo retrovisor del conductor y veo a un viejo de no menos de 64 años, -"vaya riesgo"- pensé.
Me aferré al asiento de adelante presagiando un accidente grave (todo por culpa del viejo conductor, obviamente), -increíble...aún no pasa nada grav....- tuks punch prraaaaaaaaaaaf!!!!!
¡¡¡Un perro se cruza!!! ¡el anciano volantea! todo en un cerrar de ojos, miles de acciones en como mucho 3 segundos:
  •   golpeo mis manos contra el asiento de adelante parando así el golpe
  •  El celular de los turros cae y se apaga, a esta altura, en los milisegundos que transcurría el accidente bendecía interiormente al conductor.

         
 -La chica se suelta de la barra, el engendro vuela por los aires, todos lo siguen con la vista, cae en cámara lenta, ya no lo alcanzo a ver por los asientos, solo se escucha un golpe seco: pok!

El silencio se apodera del bus...
Nadie hace nada, todos se miran
-JAJAJAJAJAJAJAJAAJAJAJA- se me escapa una carcajada tentadora que ablanda al resto y se contienen...pero no pueden, lo saben, van a estallar, es demasiado gracioso y no tienen la fuerza para aguantar su risa.




Nos miramos con el de al lado, nos reímos llorando casi, acompañando en lágrimas a la pobre chica idiota que acaba de perder a su hijo, los turros la humillan arrojando insultos, escupitajos, gorras Nike, Manaos, y todo su léxico inferior al nuestro.
El conductor también se ríe, no está fuera de la fiesta claro...
Yo lo se, sospecho algo, por eso lo miro y trato de hacer contacto visual con el a través del espejo retrovisor, logro ver sus ojos grises de cataratas, me mira fijo, tan fijo que quedo congelado...casi  como si me hubiese puesto la pausa, y el play fue una guiñada cómplice que me lo dijo todo.
¡Fue de gusto! me alegró el día este señor, muchas gracias, hablo por todos los pasajeros, menos por la chica, que se bajó enseguida con el cuerpo inerte y sangrante del bebé por la puerta delantera, siendo escupida y azotada por todos mientras hacía pasillo, incluso el conductor le jugó otra de sus jugarretas, cuando apretó a la mujer cerrando la puerta automática cuando ella pasaba.

                                            Se hace un silencio mientras contemplamos como baja la desgraciada...

                                                          El último ruido es el de la puerta cerrándose.

Aplausos ametralladores inundan al pobre vehículo, mientras el viejo se distrae y nos da las gracias, sentimos todos un golpe seco y un leve salto del bus, (la chica, pienso yo), nos reímos todos codeándonos, como en familia.

Después de eso no hubo ningún acontecimiento importante, solo que habían calles cortadas por la inundación,-"conchis"- pensé yo, así voy a llegar tarde.
Llegué a destino a las 13:57 (siendo mi hora de entrada a las 14:00) me despedí de todos los pasajeros con un sacudón de manos y del conductor, con un abrazo familiero.









                                               Los odio.









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